Este es el dormitorio que ocupó Faustina, esposa de Ezequiel, y que se denominó Alcoba Luis XVI por el estilo rococó francés en el que está inspirada su decoración. Lo más llamativo del mobiliario que decora la estancia es la ornamentación de la cama, provista de un baldaquino y cortinas que llevan la firma de López de Robredo, bordador de la Casa Real que trabajó a finales del siglo.XVIII.
Entre su colección pictórica se encuentra la obra La justicia y la paz, que contiene la huella inequívoca del pintor italiano Corrado Giaquinto. Esta composición alegórica es un boceto que realizó el artista para el lienzo definitivo, de gran tamaño, que, con el mismo título, se encuentra expuesto en el Museo del Prado. Este pintor tiene otra representación más de su genio en esta estancia en la obra titulada El sueño de San José. Se trata de una réplica realizada durante su etapa española de un tema que había hecho anteriormente para la Iglesia de Santo Domingo de Sorrento, en Italia. Junto a este lienzo, se encuentra San José con el niño Jesús, obra de Vicente López Portaña, uno de nuestros más insignes pintores de finales del siglo XVIII.
En el techo de la estancia se puede contemplar un lienzo encastrado. Es una composición alegórica del pintor decimonónico Casto Plasencia en la que representa a Psique sumida en un profundo sueño y Cupido enamorándose de ella. Este es el mismo tema que el artista pintó en 1884 para el salón principal del Palacio de Linares.
Obra de Vicente López Portaña, uno de nuestros más insignes pintores de finales del siglo XVIII. Es un modelo iconográfico con dilatada tradición de la pintura española, pero al que el pintor valenciano dota de una dimensión diferente.
Es muy característico de este artista mostrar siempre la figura de un San José ajeno a la escena, que no suele mostrar cariño hacia su hijo y, sin embargo, el tema en sí de la obra es una muestra de amor y ternura. Este es un motivo que el pintor utilizó frecuentemente, siendo, precisamente, este óleo uno de sus ejemplos de mayor calidad por su fina factura y por el acaloramiento o textura esmaltística tan característica de Vicente López Portaña.