Aunque originalmente esta estancia fue Sala de Juegos, en la actualidad sólo queda un vago recuerdo por los magníficos lienzos encastrados en el techo de la habitación, obras de Casto Plasencia y Maestre, en que un mancebo porta atributos de juego. Los otros dos lienzos muestran a otro muchacho con dados y una bacante que, junto a los sátiros y los silenos, forma parte del cortejo de Dionisio-Baco.
La sala se caracteriza por las líneas severas, la nobleza de sus materiales y la suntuosidad del colorido. A la derecha de la entrada, encontramos una soberbia chimenea cuya coronación es una recreación, a escala reducida, de la tumba de Lorenzo de Médici, El Magnífico, de la sacristía vieja de San Lorenzo o Capilla Medicea de Florencia, obra de Miguel Ángel.
A su derecha se encuentra Diana curada por Endimión, que representa otra escena mitológica. La obra fue realizada a finales del siglo.XVII por Luca Giordano y es muy representativa de su estilo vigoroso y brío en la ejecución. Sin embargo, la más notable de las obras de esta sala la encontramos en el otro extremo de esa misma pared, junto a la otra puerta. Se trata del Retrato de Felipe.II, atribuido a Rubens y copia del que pintó Tiziano y que se encuentra en el Museo del Prado.
Entre el mobiliario de la Sala Luis.XIII destaca el mueble concha que se encuentra junto al Retrato de Felipe.II, una reelaboración del siglo.XIX, al estilo de las arquimesas monumentales del Barroco napolitano.
CRONOLOGÍA: 1636-1640
ESTILO: Barroco
MEDIDAS: 1,17x 0.95m
TÉCNICAS: Pintura al óleo
MATERIALES: Oleo sobre lienzo
Se trata de un retrato del rey Felipe II, copia al óleo sobre tela del original de Tiziano que se encuentra en el Museo del Prado.
Según Camón Aznar, bien pudiera tratarse de una de las copias de retratos imperiales que se encuentran en las colecciones reales realizadas por Rubens durante la estancia de 1636 a 1640 en España. Concretamente en Madrid se dedicó, a la espera de encargos definitivos, a copiar y reinterpretar, con la soltura que le caracteriza, las piezas de los grandes maestros.
Así, esta pieza de magnífica ejecución correspondería a ese periodo en el que el genial holandés reincide en las iconografías manidas de Tiziano.
Destaca la figura magistralmente tratada de Felipe II, con casaca, casco apoyado, con una indumentaria que habla de las conquistas militares, de los logros imperiales, de la grandeza del imperio. Tales características de esta afamada obra debieron impresionar a Rubens que copió buena parte de los retratos albergados en las colecciones reales. La policromía matizada de ocres pardos y rojizos, la singularidad y elegancia de la posición del retratado hablan no sólo de una excelente obra original, sino igualmente de un excepcional copista, como sin duda lo fue el propio Rubens.
Así, Rubens copió literalmente a Tiziano proporcionando no obstante una factura deshecha, suelta y pictórica que aún no contenía el viejo hacer tizianesco.